martes, 2 de junio de 2020

Los heraldos de la discordia

“Quiero que Bolívar destaque en el azul del cielo” sentenció como instrucción el anciano dictador, señalando con su bastón el horizonte.
Era el año de 1927 y cuatro decenas de artistas de diferentes nacionalidades, entre pintores, escultores y arquitectos se daban cita en la sabana de Carabobo, donde ya existía un Arco de Triunfo desde hacía 7 años, para optar al contrato del mayor de los monumentos con el que se honraría la memoria de Simón Bolívar en el centenario de su muerte.
Ocho meses más tarde ya se sabía a quién se adjudicaría el importante contrato cuando Juan Vicente Gómez, cuya sola presencia intimidaba, luego de dar vueltas alrededor de una mesa se detuvo y sin quitar un instante la vista a una de las propuestas exclamó: “Esto es lo que yo quería, me gusta”.
Era la maqueta del escultor sevillano Antonio Rodríguez del Villar, quien conocía la historia de Bolívar por haber permanecido largo tiempo en Colombia y además ya lo venía trabajado escultóricamente.


Antonio Rodríguez del Villar, escultor


Así que, terminada la etapa de estudios, visitas a la sabana, mediciones y diseño, comenzó su trabajo de modelado de las esculturas en Florencia y Barcelona, donde estaban los principales talleres para la fundición de su monumental obra, hasta que vencidos los obstáculos de traslado en barco desde Europa y los de las carreteras locales, fue inaugurada como Altar de la Patria por Juan Vicente Gómez en el Centenario de la muerte del Libertador.

Pero la obra estaba inconclusa para ese trascendental acto, faltaban  unos inmensos colosos, espada en mano, que había proyectado Del Villar para el monumento. 

En las siguientes imagenes se notan los pedestales de los extremos vacíos, tal como lucieron en la inauguración. 

Imágenes del acto de inauguración
 



 Los pedestales de los extremos estaban vacíos
El "Benemérito", informado por sus inspectores en Europa de que no estarían a tiempo, había decidido descartarlos para aquel 17 de diciembre de 1930 y luego colocar otras piezas, quedando los colosos para siempre en el taller de Florencia y descontándole además al escultor parte del pago de la obra cuyo costo total fue de un millón de Bolívares.
Días antes de la inauguración fue cuando el artista se enteró que Gómez había decidido sustituir sus colosos por
las dos esculturas ecuestres con clarines: los heraldos de la fama y de la gloria que hoy podemos ver en el monumento.

Según Del Villar los heraldos no guardan relación estética con su obra
Aspecto actual del Altar de la Patria

Así que, ante lo que siempre consideró un irrespeto a su obra, el día de la inauguración del monumento optó por quedarse en Valencia y no llegar al Campo de Carabobo.

El escultor, que murió en Caracas en 1971 a la edad de 91 años, llegó a expresar:  
"Es curioso que después de tantos años conserve esta animadversión por las estatuas agregadas pero no lo puedo evitar."

Ensamblaje del conjunto escultórico

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