Era el año de 1927 y cuatro decenas de artistas de diferentes nacionalidades, entre pintores, escultores y arquitectos se daban cita en la sabana de Carabobo, donde ya existía un Arco de Triunfo desde hacía 7 años, para optar al contrato del mayor de los monumentos con el que se honraría la memoria de Simón Bolívar en el centenario de su muerte.
Ocho meses más tarde ya se sabía a quién se adjudicaría el importante contrato cuando Juan Vicente Gómez, cuya sola presencia intimidaba, luego de dar vueltas alrededor de una mesa se detuvo y sin quitar un instante la vista a una de las propuestas exclamó: “Esto es lo que yo quería, me gusta”.
Era la maqueta del escultor sevillano Antonio Rodríguez del Villar, quien conocía la historia de Bolívar por haber permanecido largo tiempo en Colombia y además ya lo venía trabajado escultóricamente.
Antonio Rodríguez del Villar, escultor |
Pero la obra estaba inconclusa para ese trascendental acto, faltaban unos inmensos colosos, espada en mano, que había proyectado Del Villar para el monumento.
En las siguientes imagenes se notan los pedestales de los extremos vacíos, tal como lucieron en la inauguración.
Imágenes del acto de inauguración |
Los pedestales de los extremos estaban vacíos |
Días antes de la inauguración fue cuando el artista se enteró que Gómez había decidido sustituir sus colosos por las dos esculturas ecuestres con clarines: los heraldos de la fama y de la gloria que hoy podemos ver en el monumento.
Según Del Villar los heraldos no guardan relación estética con su obra |
Aspecto actual del Altar de la Patria |
Así que, ante lo que siempre consideró un irrespeto a su obra, el día de la inauguración del monumento optó por quedarse en Valencia y no llegar al Campo de Carabobo.
El escultor, que murió en Caracas en 1971 a la edad de 91 años, llegó a expresar:
"Es curioso que después de tantos años conserve esta animadversión por las estatuas agregadas pero no lo puedo evitar."
Ensamblaje del conjunto escultórico |
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