martes, 28 de julio de 2020

Vicente Guevara, el Alcalde Mártir de Valencia

 

 




Por

Luis Heraclio Medina Canelón

Insistimos en lo que hemos dicho antes: Hay algunos personajes que han sido favorecidos de manera desproporcionada por la “historia oficial” y otros, que han tenido un desempeño excepcional, incluso pagando con la vida su patriotismo, permanecen olvidados, como si no tuvieran dolientes. Uno de estos casos fue el de nuestro alcalde, el alcalde de la ciudad de Valencia, ejecutado en tiempos de Pablo Morillo por ser un audaz servidor de la causa republicana. Esta es su historia.

Desde 1819 Vicente Guevara venía desempeñando funciones el el Ayuntamiento valenciano; en ese año lo vemos como “Alcalde Provincial”. Luego para el año de 1820 Vicente Guevara había sido electo para el cargo de la primera autoridad civil de la ciudad de Valencia: era “Alcalde de Primera elección“.  Guevara ejercía sus funciones en materia judicial y administrativa en relativa armonía con la autoridad militar realista que controlaba todo el centro del país: el general Pablo Morillo “el Pacificador”, quien pasaba largas temporadas en Valencia, donde se había vendido a recuperar de una grave herida de lanza sufrida en la batalla de La Puerta, en la que resultó victorioso, pero casi pierde la vida. Valencia había vivido en un clima de paz por dos años, ya que desde principios de 1818 no se había combatido en lo que hoy es Carabobo. Morillo era el dueño de todo el centro del país. Bolívar luego de derrotado había ido a continuar la lucha en Nueva Granada. Los focos de la resistencia republicana estaban lejos.

Morillo ocupaba su tiempo entre Valencia y Las Trincheras, entre aliviar su salud y por otra parte aprovechaba para alistar el ejército para la campaña que se iniciaría pronto y a utilizar a los ingenieros militares y a los rebeldes prisioneros en fomentar obras para el desarrollo de la provincia: el primer puente de Valencia, la segunda torre de la catedral, un nuevo cementerio, el empedrado de las calles, etc.  Por su parte Guevara no evidenciaba sus simpatías por la república, sino que mas bien era una especie de “doble agente” que simulaba simpatías por la causa monárquica. Morillo llegó a escribir, que incluso tuvo buena amistad con el alcalde valenciano, quien no había manifestado nunca su parcialidad hacia el bando republicano.  Incluso Guevara, junto a centenares de funcionarios municipales de toda Venezuela había firmado en Marzo de 1819 un “Manifiesto de las Provincias de Venezuela a Todas las Naciones Civilizadas de la Europa” público de adhesión a la corona.


Pero tras bastidores el alcalde valenciano participaba en una seria conspiración en contra del régimen realista. A las afueras de Valencia, en el sector conocido como Mucuraparo, sigilosamente se había organizado una guerrilla entre cien y ciento cincuenta combatientes, completamente ignorado por las autoridades monárquicas. En las narices de los realistas y sin que se hubieran dado cuenta, se preparaba un sorpresivo ataque. El jefe de la tropa republicana era un tal Rosales, del Tinaco y continuamente recibían bastimentos y reclutas de Valencia.  No era solamente el alcalde Guevara el valenciano que conspiraba contra Morillo; gran cantidad de personas principales de la ciudad estaban implicadas en el plan, que consistía en aprovechar un momento en que la guarnición estuviera disminuida por haber salido de la plaza, para tomar por asalto la ciudad, para lo cual tenian espías observando continuamente los movimientos del ejército realista. El “Correo del Orinoco”, días después de estos hechos llegó a mencionar que el plan incluiría incluso, matar a Morillo y todo su estado mayor:

“Se aguardaba a Morillo en Caracas para jurar la Constitución, pero aseguran está muy azarado porque dicen que la conspiración era para asesinarlo a él y su plana mayor; lo cierto es que nadie sabe los pormenores de tal revolución…”

Entre las docenas de conspiradores se encontraban también varias de las damas de lo más importante de la ciudad como Josefa Antonia (Chepita) Zavaleta Gedler, Francisca Sandoval y sus hijas, y caballeros como Carlos Sandoval, Manuel Sulbaran, José Herrera, Vicente Noguera, José Torres Nirgueño, Juan Ambrosio Velazquez, Reyes Rojas, Prudencio Prado, Francisco Pacheco, Gregorio Mota, Vicente Torres, Basilio Jimenez,  Juan Antonio Cirilo Lopez, Felipe Malpica y  Rafael Espinosa. Nombres estos que aquí recordamos y que no deben perderse en el olvido.

Pero un aciago día de finales de febrero de aquel 1820 es interceptada una correspondencia que llevaba un negro esclavo de nombre Juan Pablo Gogorza, el cual al ser interrogado comenzó a delatar a sus dueños. Así sucesivamente fueron capturados uno tras otro los conjurados y las pruebas de la implicación del alcalde Guevara resultaron abrumadoras.

A diferencia de sus antecesores (Bóves y Monteverde), que hacían una guerra totalmente bárbara y salvaje, Morillo era un militar de carrera, apegado a la ley y por lo tanto hizo iniciar el proceso judicial en contra de los detenidos, lo que se llama un “juicio de infidencia”, es decir, por delitos contra la lealtad al rey. Los detenidos fueron acusados de traición, espionaje, deserción, etc., cada uno de acuerdo a su implicación en el asunto.

En el transcurso del juicio Vicente Guevara conservó la serenidad y no declaró nada que le favoreciera, prefirió guardar silencio. En el proceso judicial declararon en contra del alcalde el esclavo Francisco Antionio Mesa, quien dijo que Guevara le había entregado varias comunicaciones para los sublevados, Nadal que confesó que era uno de los correos entre Guevara y el campamento republicano, Sulbarán también confesó que había estado en el campamento revolucionario donde escuchó que Guevara era uno de los comprometidos, Noguera declaró que el alcalde lo había obligado a llevar comunicaciones a los alzados. El alcade fue careado con los testigos y no le quedó más remedio que guardar silencio.

  El Consejo de Guerra sentenció a buena parte de los acusados, se condenó a muerte a varios de ellos, a prisión a algunos y otros al destierro.  El Alcadle Vicente Guevara, por ser uno de los más gravemente implicados y por su alto cargo fue condenado a muerte por el delíto de “alta traición”. Morillo, como instancia superior, confirmó la condena pero le ofreció al alcalde condonarle la pena si delataba a otros conspiradores que no habían sido descubiertos. Según recuerda el propio Morillo*, la respuesta del prócer civil fue contundente:

“Bendito sea Dios¡ Se que voy a morir¡ No hay que aflojar hasta que no quede ningún godo¡ Por cada uno de nosotros que muere es un quintal de ira mas que posee mi corazón hacia esos malvados¡”

Guevara se confesó con el padre José Antonio Monagas y fue llevado al paredón.  Así lo reseñaba en aquellos días el “Correo del Orinoco” Nro. 69 de fecha 1erp de julio de 1820  :

“Dicen que la revolución de Valencia tenía muchas ramificaciones: han ejecutado a nueve, siendo uno de ellos el Alcalde Don Vicente Guevara, han desterrado a varias Señoras, la Chepita Zavaleta, viuda de Tinoco, y después mujer de Arrubias, salió para Curazao; el teniente del Rey de Caracas Escute, Americano e intimo de Morillo está arrestado en La Guiara, se aguardaba a Morillo en Caracas para jurar la Constitución, pero aseguran está muy azarado porque dicen que la conspiración era para asesinarlo a él y su plana mayor…”

Y en otro aparte, el mismo “Correo”:

“Fueron nueve los ejecutados, aunque de gente visible solamente Vicente Guevara que subió al patíbulo con la gloria de no haber comprometido a ninguno a pesar de que le ofrecieron ponerlo en libertad si lo hacía pero este digno colombiano murió como héroe”**

Otros ocho patriotas también fueron fusilados. Poco tiempo después Morillo indultó a algunos y rebajó las penas a otros.

El alcalde Vicente Guevara representa al prócer civil, que desde su lugar en la sociedad trabajó activamente por la independencia hasta el último sacrificio. Es una muestra excepcional  de que la guerra no sólo se libraba por los militares en el campo de batalla, sino que tras las líneas hombres y mujeres sin uniforme cumplían con su deber para que los combatientes en el frente lograran sus objetivos. No existe en Valencia, en Carabobo ni en ninguna otra parte de Venezuela un solo recordatorio de Vicente Guevara, ni de la Zabaleta ni de las Sandoval, ni de tantos venezolanos que se jugaron la vida por la naciente república. No hemos visto que ningún cronista o historiados de los siglos XIX o XX lo mencione siquiera. Estamos a doscientos años de aquellos sacrificios. Es hora de que los recordemos de alguna manera. Aquí estoy poniendo mi granito de arena. Tienen la palabra autoridades y la sociedad entera.

FUENTES:

Colomine, Luis Alfredo “Venezuela y Sus Próceres” Caracas, 1974

**”Correo del Orinoco” Nro. 69. 1ero de Julio 1820

“Manifiesto de las Provincias de Venezuela a Todas las Naciones Civilizadas de la Europa” Caracas por D.J. Gutierrez 1819 reimpreso en Madrid, Imprenta de Alvarez 1820

 *Morillo, Palbo “Manifiesto que hace a la Nación Española el Teniente General Pablo Morillo” Impreso en Caracas por Don Juan Gutierrez 1820

WEB FUENTES

Actas del Ayuntamiento de Valencia en http://dspace.bolivarium.usb.ve/

 

 

 


jueves, 23 de julio de 2020

José Cecilio Tinoco, un porteño luchando en Maracaibo





Por
Luis Heraclio Medina Canelón
En nuestro empeño por rescatar la memoria de tantos personajes históricos carabobeños de la gesta de independencia, que casi han sido olvidados,  vamos a aprovechar hoy que se celebra el aniversario del a batalla naval del Lago de Maracaibo para recordar a uno de esos protagonistas de la historia. Se trata de José Cecilio Tinoco Reyna.
Nuestro personaje nació en Puerto Cabello, en 1806. Fue hijo del capitán de artillería republicano Francisco de Paula Tinoco de Castilla y Agreda y la señora Josefa Reyna. El ilustre historiador carabobeño Luis Alfredo Colomine equivoca su nombre y su filiación ya que lo menciona como “José Francisco” y resulta que ninguno de los tres hijos del comandante patriota Tinoco tuvo ese nombre. También incurre Colomine en un error al señalar que nuestro personaje era hijo de la insigne heroína valenciana Josefa Antonia Zavaleta, ya que si bien “la Zavaleta” se casó con el padre de José Cecilio, lo hizo en febrero de 1807, es decir luego del nacimiento del muchacho, cuya madre era Josefa Reyna. No tenemos certeza de si se trataba de un hijo natural o si Tinoco enviudó antes de casarse con la Zavaleta.
Tendría José Cecilio unos seis años al momento de perder a su padre, cuando el 8 de septiembre de 1813 Francisco de Paula Tinoco es alcanzado por una bala de cañón durante el asedio de Puerto Cabello.
Así lo reseñaba la “Gaceta de Caracas”
“Por la tarde la batería de nuestro costado izquierdo, mandada por el comandante de Artillería Francisco de Paula Tinoco, empezó con la batería enemiga de «El Principe», un fuego vigoroso, y que por la nuestra se sostuvo admirablemente.  La audacia con que ha obrado este Jefe ha aterrado sobremanera al enemigo aunque ha sido desgraciada para él mismo que, al acercarse la noche fue derribado al pie de su cañón por una bala de grueso calibre que le hizo morir al cabo de cuatro horas.” 
Parece ser que José Cecilio Tinoco es adoptado por la viuda de su padre, la inolvidable Josefa Zavaleta, que a su vez ha contraído segundas nupcias. Luego de la muerte del comandante TInoco, la familia habría emigrado a Valencia, ciudad natal de Josefa ya que en 1820 el joven José Cecilio acompaña a la heroína cuando por sentencia judicial esta es expulsada de Venezuela al evidenciarse su implicación en un complot contra el gobierno realista de Palbo Morillo.
José Cecilio, también es sobrino de otro militar republicano, el hermano de su padre Manuel María Tinoco, también porteño y apenas diez años mayor que él. Tiene la vocación de militar y en 1823, con apenas 17 años aparece combatiendo en la batalla naval del Lago de Maracaibo a las ordenes del almirante Padilla.
Posteriormente acompañó a las tropas republicanas en la campaña del Sur bajo las ordenes de otro glorioso porteño: el general Bartolomé Salom, participando el la reducción del Callao, el último reducto realista en la América del Sur. Finalmente con la jerarquía de coronel fijó su residencia en Cartagena, Nueva granada, donde falleció en 1856.
FUENTES:
Alcántara Borges, Armando. “Carabobo Sendero de Libertad” Ediciones del Gobierno de Carabobo. 1992
Colomine, Luis Alfredo “Venezuela y Sus Próceres” Caracas, 1974
”Correo del Orinoco” Nro. 69. 1ero de Julio 1820
Morillo, Palbo “Manifiesto que hace a la Nación Española el Teniente General Pablo Morillo” Impreso en Caracas por Don Juan Gutierrez 1820
Robles E. Laura M. “Los Servidores de la Patria Historia de las Pensiones, el Montepío Militar y los Honores que recibieron los Héroes de la Independencia de Venezuela: 1830 – 1858. Caracas 2008

Bolívar, la controversia sobre su cumpleaños



El general Carlos Soublette -vicepresidente interino de Venezuela- se dirige con su comitiva a la casa de Juana Nepomucena Bolívar Palacios, hermana del Libertador,  para acompañarla a un espléndido ambigú  (bufet) ofrecido en el Palacio de Gobierno.

Ha pasado ya el Te Deum en la Catedral, el besamanos y los discursos protocolares, y el mismo Soublette abrirá con Juana, al compás de una contradanza, el baile que congrega a cien parejas ejecutando figuras, mientras la gente en las calles continúa disfrutando con “toros, máscaras, música y otros instrumentos” una fiesta comenzada en la víspera.

Fue un apoteósico homenaje de la ciudad de Caracas al Libertador Presidente realizado el 28 de octubre de 1821, día de San Simón, que incluyó salvas, repique de campanas e iluminación la noche anterior, profusa ornamentación de lugares públicos, tarima, orquesta y coro en la plaza mayor, y que habría costado -según el diario Gaceta de Caracas- 8.000 pesos, cubiertos en gran parte por particulares pudientes.

La conmemoración del 28 de Octubre continuaría como fiesta nacional hasta entrado el siglo XX. Había comenzado en 1817, cuando la naciente república celebró en Angostura con un Te Deum el santo del jefe del Estado, tal como en los tiempos coloniales se había festejado el del Rey español de turno.

Es solo un ejemplo del por qué muchos pensaron para la época que el cumpleaños de Bolívar era el 28 de octubre. Uno de ellos fue José Antonio Páez quien lo felicita en carta del 30 de octubre de 1828. Y no solo él. En un día como ese recibiría regalos y agasajos, numerosas cartas y poemas le escribieron o se publicaron, varias fueron las celebraciones oficiales hechas en su honor en Perú, Colombia y Venezuela, bajo la complacencia del ilustre "cumpleañero".
 
Y es que aunque la fecha inscrita en el acta de nacimiento indica que nació el 24 de julio de 1783, Simón, ya adulto y a la usanza hispana, siempre dio mayor importancia festiva al día de San Simón, su onomástico.

Lo curioso es que aún, a pesar de lo que expresa el importante documento eclesiástico, sobre su natalicio existe una serie de dudas sembradas por el propio Simón y sus más allegados.

Alguien tan cercano al Libertador como su edecán Daniel O´Leary ubica su nacimiento entre la noche del 24 y la madrugada del 25 de julio. Antonio José de Sucre solía felicitarlo un 25 de julio y el propio Simón en una carta a su íntima amiga Fanny du Villars cuenta que su abuelo abogó por que se le bautizara como Santiago (Patrono de España, correspondiente en el Santoral Católico al 25 de julio) pero se impuso, por tradición familiar, darle por nombre Simón.

Añadimos a esto que el 24 de julio de 1820 le escribe Bolívar a Santander una carta donde en uno de sus párrafos expresa: 
“Mañana es san Rondón y cumplo años yo, y todos mis com­pañeros en Vargas”. 
Al escribir “mañana” obviamente se refiere al día siguiente como el de su cumpleaños  y a la vez aniversario de la Batalla del Pantano de Vargas (25 de julio de 1819)  en la que Juan José Rondón -sobre quien bromea con lo de "San Rondón"- descolló como héroe.

Es en 1918 cuando desaparece oficialmente el 28 de octubre como celebración  y la controversia sobre el 25 de julio queda congelada.

Juan Vicente Gómez (nacido un 24 de julio de 1857) procurando una identificación con la figura de Bolívar, modifica la Ley de Fiestas Nacionales para establecer oficialmente el 24 del séptimo mes del año como día del Natalicio del Libertador.