Hace 200 años, Simón Bolívar pactó con Pablo Morillo un
Armisticio, que imponía una tregua a la Guerra a Muerte.
Un acuerdo entre
ejércitos enemigos que llevaban 9 años en guerra, para poner fin a la barbarie
en que republicanos y realistas habían estado asesinando sin mayor escrúpulo a
civiles “aun siendo inocentes” solo por la sospecha de ser adeptos uno de los
dos bandos en conflicto.
En medio del Armisticio, el Ejército Expedicionario de Costa Firme cambia de mando
y Morillo se marcha, queda a cargo el Mariscal de Campo Miguel de La Torre y Pando,
pero el tiempo de este Armisticio se agota y se reinician las hostilidades el 28
de abril.
Bolívar echa a andar su ejército y para los primeros días de junio de 1821, y una nueva batalla era inevitable.Existía aún expectativa en la alta oficialidad de ambos bandos en cuanto a las conversaciones que se habían adelantado en la corte de Madrid entre los comisionados de Colombia y la Corona española, que los republicanos esperaban se decantaran por un reconocimiento de la Independencia.
El Libertador, se adelanta desde San Carlos, para recibir el día 17 en
el Tinaco al teniente coronel Juan Pascual Churruca, edecán del Mariscal de Campo
español Miguel de la Torre, quien le entrega una carta fechada dos días antes donde se indican una
serie de condiciones para un nuevo Armisticio, informándole que su Gobierno, en
las negociaciones, estaba resuelto a restablecer la paz a todo trance.
Obviamente las condiciones eran inadmisibles y,
según José Antonio Páez, dicho emisario traía el propósito velado de conocer el
estado de las tropas republicanas y si se habían incorporado a ellas él y
Urdaneta.
Sin embargo, existía tal nivel de respeto y caballerosidad en
la comunicación entre los comandantes, independientemente de cualquier
intención oculta o estratégica que estuviese tras sus palabras, que Bolívar invita a
comer a Churruca, le presenta a Páez y escribe una respuesta para La Torre.
En ella agradece las buenas noticias y se despide de una
manera increíble para dos oficiales que enfrentarían sus tropas a muerte una
semana después:
“Me repito mi querido general, de usted con el más cordial
afecto. Su amigo y atento servidor que besa su mano.”
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