Toda descripción sobre el desarrollo de la Batalla de
Carabobo tiene un común denominador: el rol protagónico y decisivo que tuvo el
ataque de la Primera División comandada por el general José Antonio Páez sobre
el flanco derecho realista.
Pero además hubo un encargo previo que cumplió el célebre llanero,
imprescindible tanto para obtener esa importante victoria, como para los hechos
posteriores que sellaron definitivamente la Independencia.
“Traiga todo el ganado que pueda” había sido la desesperada
encomienda que le hizo llegar Simón Bolívar el 19 de abril de 1821 desde
Barinas a través de Pedro Briceño Méndez.
Y es que el ganado era un insumo de guerra imprescindible para la marcha
y subsistencia de unas tropas republicanas que, inmóviles en Barinas por el
Armisticio, sufrían de hambre y miseria insostenibles.
“Esté V.S. (vuestra señoría) cierto de que es impracticable la campaña y que se perderá el
ejército por el hambre, o tendremos que aventurar temerariamente una batalla
sin ganar más por esto, porque no es fácil destruir en ella completamente el
ejército español, y aun cuando se lograse, quedaríamos en el mismo caso de
miseria y no podríamos sacar de la victoria todo el partido y ventajas que ella
nos ofreciese” insistía Briceño en aquella comunicación a Páez.
Es así como el Centauro llanero, luego de orar al Nazareno en
la iglesia de Achaguas y ofrecer su imagen en promesa por su suerte, salía del
pueblo apureño el 10 de mayo con mil infantes, mil quinientos jinetes, dos mil
caballos de reserva y cuatro mil novillos.
No era una empresa fácil desplazar tal cantidad de hombres y
bestias en tiempos de la guerra, pero Páez y sus hombres habían sido mandados a
hacer para ello. Arrear ganado, sobrevivir a la intemperie, vadear ríos, mantenerse
diariamente con un pedazo de carne asada y enfrentar los peligros estaba en la genética
llanera.
Cuenta el Centauro llanero que los caballos “Todas las noches
se escapaban en tropel sin que bastaran los hombres que los custodiaban para
detenerlos en la fuga” ya que, por instinto, al haberlo hecho la primera vez a
las 8 de la noche, los animales redoblaban su esfuerzo a la misma hora día tras
día, hasta que lograban atraparlos y luego le alcanzaban en la marcha.
Páez escribió a Bolívar a finales de mayo sobre los problemas
que retardaban su paso, y éste le contesta el 3 de junio que mantuviera su ritmo,
pero sin forzarlo para no estropear a los animales y que continuara “haciendo
marchas ordinarias y regulares, y cuidando muy particularmente que los caballos
coman, beban y duerman”.
El 7 de junio de 1821, cuando los realistas -desplazados de
San Carlos- organizaban sus posiciones en Carabobo, el general José Antonio
Páez llegó al cuartel general republicano de la hoy capital del estado Cojedes,
con una columna de mil caballos, estimando en dos días el arribo del resto de
su infantería y caballería.
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