Me han propuesto llevar los restos de Pedro Camejo, Negro Primero, al Panteón Nacional y estoy de acuerdo.
Invito a todos los movimientos afrovenezolanos a que se unan a esta gran fiesta el próximo 24 de junio.
¡Vamos a llevar a Pedro Camejo al Panteón Nacional entre tambores!
Así lo anunciaba el presidente el 27 de abril de 2015, desde el Campo de Carabobo, luego que alguien le dijera que el prócer independentista estaba enterrado en la iglesia de Tocuyito y era bueno llevarlo al Panteón Nacional.
Era una sorprendente noticia que, entre la cautelosa opinión de los historiadores, convertía en foco de interés nacional a un pueblo donde la creencia era que los despojos mortales de Camejo descansaban eternamente en su iglesia, tanto que hasta una placa había sido colocada en el frontis del templo por la Cámara de Comercio del Municipio Libertador en 1995.
Apartando el inevitable discurso político del "héroe afrodescendiente ignorado", surgido de "las entrañas del pueblo" a quién por fin se dignificaba, etc. era una buena oportunidad para corroborar la veracidad de aquella tradición, y saldar una deuda de antigua data.
Paradójicamente, unos huesos ignotos traídos desde Ayacucho el 17 de diciembre de 1930 por el general Juan Vicente Gómez recibían día y noche la luz del fuego patrio junto a los honores de una marcial y solemne guardia bajo el Arco de Triunfo en Carabobo, mientras los de Camejo -y muchos otros que si cayeron allí por nuestra libertad- flotaban en el recuerdo de un pueblo que había guardado su difusa memoria, ignorada por muchos.
Paradójicamente, unos huesos ignotos traídos desde Ayacucho el 17 de diciembre de 1930 por el general Juan Vicente Gómez recibían día y noche la luz del fuego patrio junto a los honores de una marcial y solemne guardia bajo el Arco de Triunfo en Carabobo, mientras los de Camejo -y muchos otros que si cayeron allí por nuestra libertad- flotaban en el recuerdo de un pueblo que había guardado su difusa memoria, ignorada por muchos.
La confusión.
Todo habría comenzado el propio 24 de junio de 1821 en la noche, cuando el Ministro de Guerra coronel Pedro Briceño Méndez al llegar a Tocuyito escribió el parte preliminar de batalla de Carabobo, nombrando a solo cuatro oficiales entre los heridos y muertos, culminando con la frase: “de resto nuestra pérdida es nada”.
Esto, sin querer, preparaba el escenario para el desconocimiento durante mucho tiempo de un hombre que pasó de esclavo a soldado realista por un botín, y luego a republicano para defender un ideal.
Aquella tarde mientras una parte del Ejército Republicano continuaba tras lo que quedaba del batallón Valencey y en el campo eran saqueadas las carpas con víveres y bebidas abandonadas por los realistas, en puntos distantes al sector donde comienza la persecución yacían los caídos al inicio de la batalla, unos a la espera de ser atendidos y otros cuyo destino era ser enterrados o quemados.
Entre estos estaba el teniente de caballería Pedro José Camejo.
Todo habría comenzado el propio 24 de junio de 1821 en la noche, cuando el Ministro de Guerra coronel Pedro Briceño Méndez al llegar a Tocuyito escribió el parte preliminar de batalla de Carabobo, nombrando a solo cuatro oficiales entre los heridos y muertos, culminando con la frase: “de resto nuestra pérdida es nada”.
Esto, sin querer, preparaba el escenario para el desconocimiento durante mucho tiempo de un hombre que pasó de esclavo a soldado realista por un botín, y luego a republicano para defender un ideal.
Aquella tarde mientras una parte del Ejército Republicano continuaba tras lo que quedaba del batallón Valencey y en el campo eran saqueadas las carpas con víveres y bebidas abandonadas por los realistas, en puntos distantes al sector donde comienza la persecución yacían los caídos al inicio de la batalla, unos a la espera de ser atendidos y otros cuyo destino era ser enterrados o quemados.
Entre estos estaba el teniente de caballería Pedro José Camejo.
A
partir de ese momento se configura una serie de vacíos documentales que rodearon el destino de sus restos y obedecieron a la forma deficiente como se
manejaron las acciones
posteriores a la batalla.
El propio Simón Bolívar cuatro días después, a través de Briceño Méndez, le expresó a Santiago Mariño su “dolor y sorpresa” tras enterarse que aún no se habían enviado partidas a recoger a los dispersos, las armas y demás elementos de guerra abandonados en el campo y sus bosques inmediatos.
De allí se desprende que igual suerte corrieron los cadáveres insepultos, especialmente si habían caído distantes a comienzos de la batalla, y llevaban un tiempo de descomposición que los hacía imposibles de ser trasladados.
El propio Simón Bolívar cuatro días después, a través de Briceño Méndez, le expresó a Santiago Mariño su “dolor y sorpresa” tras enterarse que aún no se habían enviado partidas a recoger a los dispersos, las armas y demás elementos de guerra abandonados en el campo y sus bosques inmediatos.
De allí se desprende que igual suerte corrieron los cadáveres insepultos, especialmente si habían caído distantes a comienzos de la batalla, y llevaban un tiempo de descomposición que los hacía imposibles de ser trasladados.
Entre los pocos rastros dejados para su historia, está que el 14 de septiembre de 1821, el general José Antonio Páez encomienda al coronel Joseph de la
Trinidad Travieso, sacerdote entregado a la causa
republicana, quien combatió bajo sus órdenes durante la campaña de
Apure, la tarea
siguiente: “se encargará usted de todos
los bienes conocidos de la propiedad del teniente Pedro Camejo, o por donación
que le hiciere el estado o por su agencia personal y la otra (parte) la
entregará a su esposa.”
Desde allí permanece oculto hasta 1846, cuando Juana Andrea
Solórzano, su viuda en absoluta miseria, tuvo
que respaldar ante el Estado venezolano una solicitud de Monte Pío con la firma de Páez y dos testigos que
dieran fe que su difunto esposo, un hombre llamado Pedro Camejo efectivamente había existido, participado en la Guerra de Independencia y
fallecido en Carabobo, ante la falta de un acta de defunción o cualquier registro que certificara su entierro.
Pasaría veinte años más en el anonimato hasta que en 1867 su nombre comenzó a ser públicamente conocido, gracias a la mención que de él hiciera José Antonio Páez en su autobiografía. Páez lo convierte en leyenda, y aunque sobre su muerte solo menciona que fue en los primeros tiros de la batalla, revela datos de su orígen y personalidad, además del singular y único diálogo que sostuvo con Simón Bolívar antes de la confrontación.
Pasaría veinte años más en el anonimato hasta que en 1867 su nombre comenzó a ser públicamente conocido, gracias a la mención que de él hiciera José Antonio Páez en su autobiografía. Páez lo convierte en leyenda, y aunque sobre su muerte solo menciona que fue en los primeros tiros de la batalla, revela datos de su orígen y personalidad, además del singular y único diálogo que sostuvo con Simón Bolívar antes de la confrontación.
Archivo General de la Nación constancia de José Antonio Páez a Andrea Solorzano |
Son parte de las razones por las que los investigadores militares y civiles luego de entrevistar a ancianos del pueblo y sacerdotes antiguos, de consultar a la Academia de la Historia del Estado Carabobo, de revisar libros parroquiales y todo tipo de bibliografía sobre el tema en la Biblioteca Nacional, Archivo General de la Nación y otras fuentes -tras siete semanas de búsqueda- no llegaron a encontrar una sola señal precisa sobre el destino de aquellos restos.
Tradición oral.
Había sido a mediados del siglo XX, cuando el rumor de que estaban en la iglesia de Tocuyito comenzó a difundirse. Algunos respetables ciudadanos del pueblo llegaron a esa conclusión debido a que el aledaño a la iglesia de Tocuyito era el cementerio más cercano al campo de batalla para 1821 -hoy desaparecido- y por el tratado de regularización de la guerra, es allí donde debieron haber recibido cristiana sepultura los oficiales.
Daban crédito al testimonio de una longeva dama tocuyitana, Srta. Rosario Romero, quien afirmaba haber visto cuando niña, desde su reclinatorio, una losa con la inscripción "Pedro Camejo". La hipótesis de que hubieran estado dentro de la iglesia obedecía a que, para para junio de 1821, la cerca del cementerio estaba dañada y se hacían inhumaciones dentro del templo.
Se acaba el plazo.
En vano había sido todo esfuerzo para confirmar la tradición y un último recurso pasaba por algunos pensamientos: remover el piso de la iglesia para comparar el ADN de los vestigios que allí se encontraran, en la esperanza que aun se conservara algo de material genético, a fin de compararlo con los de cualquier familiar de Camejo.
Pero buscar a sus descendientes, si los hubiere, era una empresa que no se llegó siquiera a considerar por lo que la conclusión razonable fue que el cadáver de Camejo había sido quemado o arrastrado durante aquel invierno por una crecida de la quebrada Carabobo, quedando sembrado en los bosques adyacentes al campo de batalla, en la hoy parroquia Independencia.
Así que, estando próxima la fecha del 24 de junio y ante la inexistencia de los vestigios, los militares decidieron enderezar de alguna manera el entuerto de la promesa presidencial utilizando la figura de "restos simbólicos".
Esto consistió en un pequeño monumento de madera (caja) contentiva de tierra de San Juan de Payara (sitio más probable, entre varios que se atribuyen su nacimiento) y del lugar aproximado del Campo de Carabobo en que cayó muerto, que sería llevada al Panteón Nacional junto a una machetilla que -según afirmaron- habría llegado a esgrimir el prócer llanero, con tanta pericia como su lanza.
El homenaje.
Todo finalmente se había inscrito en el concepto de lo simbólico. No hay certeza de que la tierra sea exactamente de los lugares de nacimiento y caída, y la machetilla, para muchos tiene un estado de conservación que no se compagina con un arma usada en condiciones ambientales extremas.
En cuando a Tocuyito y su tradición oral, pese a algunas oposiciones, finalmente se le incluyó en el itinerario del traslado al Panteón Nacional, con una Misa Solemne el 21 de junio en la iglesia San Pablo Ermitaño, acompañada de una parada militar y ofrenda ante el busto de Simón Bolívar en la plaza que lleva su nombre.
Fue un reconocimiento al pueblo que creyó tener la última morada del prócer en su iglesia mientras, esparcidos en algún lugar de una quebrada cercana, desaparecían sus restos para siempre.
Caja con tierra de San Juan de Payara. Aún no habían colocado la del Campo de Carabobo |
Carreta con restos simbólicos de Pedro Camejo en calles de Tocuyito |
Pbro. Oscar Monzón, Párroco de San Pablo Ermitaño y Pbro. Luis Manuel Díaz, miembro de la Academia de la Historia del estado Carabobo, oficiando la Misa Solemne. |
que lastima !
ResponderBorrarSi. Realmente había mucha expectativa por encontrarlos y demostrar que la tradición oral era cierta. Gracias por leernos.
Borrartienes esa conversacion entre Simon y Pedro?
ResponderBorrarSi, está en la Autobiografía de José Antonio Páez, y es como sigue: "Sabiendo que Bolívar debía venir a reunirse conmigo en el Apure, recomendó a todos muy vivamente que no fueran a decirle que él había servido en el ejército realista. Semejante recomendación bastó para que a su llegada le hablaran a Bolívar del negro, con gran entusiasmo, refiriéndole el empeño que tenía en que no supiera que él había estado al servicio del rey.
BorrarAsí, pues, cuando Bolívar le vio por primera vez, se le acercó con mucho afecto, y después de congratularse con él por su valor le dijo:
-¿Pero qué le movió a V. a servir en las filas de nuestros enemigos?
Miró el negro a los circunstantes como si quisiera enrostrarles la insdiscreción que habían cometido, y dijo después:
-Señor, la codicia.
-¿Cómo así?, preguntó Bolívar.
-Yo había notado, continuó el negro, que todo el mundo iba a la guerra sin camisa y sin una peseta y volvía después vestido con un uniforme muy bonito y con dinero en el bolsillo. Entonces yo quise ir también a buscar fortuna y más que nada a conseguir tres aperos de plata, uno para el negro Mindola, otro para Juan Rafael y otro para mí. La primera batalla que tuvimos con los patriotas fue la de Araure: ellos tenían más de mil hombres, como yo se lo decía a mi compadre José Félix; nosotros teníamos mucha más gente y yo gritaba que me diesen cualquier arma con qué pelear, porque yo estaba seguro de que nosotros íbamos a vencer. Cuando creí que se había acabado la pelea, me apeé de mi caballo y fui a quitarle una casaca muy bonita a un blanco que estaba tendido y muerto en el suelo. En ese momento vino el comandante gritando “A caballo”. ¿Cómo es eso, dije yo, pues no se acabó esta guerra? –Acabarse, nada de eso: venía tanta gente que parecía una zamurada.
-¿Qué decía V. entonces?, dijo Bolívar.
-Deseaba que fuéramos a tomar paces. No hubo más remedio que huir, yo eché a correr en mi mula, pero el maldito animal se me cansó y tuve que coger monte a pie. El día siguiente yo y José Félix fuimos a un hato a ver si nos daban qué comer, pero su dueño cuando supo que yo era de las tropas de Ñaña (Yáñez) me miró con tan malos ojos que me pareció mejor huir e irme al Apure.
-Dicen, le interrumpió Bolívar, que allí mataba V. las vacas que no le pertenecían.
-Por supuesto, replicó, y si no, ¿qué comía? En fin vino el mayordomo (así me llamaba a mí) al Apure y nos enseñó lo que era la patria y que la diablocracia no era ninguna cosa mala, y desde entonces yo estoy sirviendo a los patriotas.
Conversaciones por este estilo, sostenidas en un lenguaje sui generis, divertían mucho a Bolívar, y en nuestras marchas el Negro Primero nos servía de gran distracción y entretenimiento."
excelente seria interesante tener esos relatos si tienes alguna informacion sobre eso agradecido que la compartas.
ResponderBorrarPor aquí, enlazando a través de Twitter y Facebook estaremos publicando artículos relacionados con la Guerra de Independencia. Gracias por leernos.
Borrar¿Y existirá un acta de enterramiento o alguna otra evidencia de que en la iglesia o en el antiguo cementerio están los restos de los otros oficiales caídos en las dos batallas de Carabobo o será el mismo caso de Camejo?
ResponderBorrarEl hecho que hayan sido enterrados de noche, al llegar Pedro Briceño Mendez a Tocuyito y que no estuviese el Párroco, que al igual que toda la vecindad se reguardóm en sitios alejados, indica que como en casi toda batalla se obviaron las formalidades de actas y registros. Hasta ahora no se conoce que exista para alguno de los señalados como enterrados allí un documento. El caso de Pedro Camejo está descartado, pues no cayó en el camino sino al comienzo, en un lugar apartado y de difícil acceso. Y los que señala Briceño Méndez en el parte preliminar cayeron en la persecución, es decir en el camino entre la sabana de Carabobo y Tocuyito. Recogió a los que encontró agonizantes, algunos morirían en el trayecto, enterrados obviamente en Tocuyito y otros continuarían a Valencia.
Borrar¿Y qué hay de cierto en la frase del Negro Primero: "Mi general, vengo a decirle adiós porque me muero" dirigida a Bolívar?
ResponderBorrarNo es cierta. Esa frase aparece en una novela históricay una de las características de ese género es narrar los hechos añadiendo adornos y romanticismos que aunque no los desvirtúan, los transforman a gusto y estilo del escritor. Eso sucede con esta escena y el diálogo completo que aparece en la obra Venezuela Heroica de Eduardo Blanco
BorrarInteresantes datos
ResponderBorrarGracias por leernos.
BorrarExcelente mi estimado de verdad es admirable lograr encontrar un lugar donde informarnos del pasado de nuestras raíces como pueblo, sociedad como tocuyito.
ResponderBorrarNo sabría decir quien le debe mas si carabobo o tocuyito a resaltar tan heroica gesta histórica, carabobo debería ser sagrado ( como lo dicen algunos militares del ejercito) que de verdad uno se da cuenta que están allí por el amor a la patria y es un honor pertenecer al componente forjador de libertades, no solo de Venezuela si no de varias naciones.
Camejo debería ser parte de carabobo y el municipio como icono ya que nos rindió el honor de morir en nuestro territorio defendiendo nuestra causa, la libertad.
Excelente contenido espero poder seguir leyendo cada publicación informativa e histórica de nuestro tocuyito. un saludo.
Gracias por su generosa opinión y por continuar leyéndonos.
BorrarBuenas noches mi estimado. Sabrá usted si el árbol de Cañafístula donde fue llevado el General Cedeño gravemente herido cerca de la quebrada de Barrera aún existe?
ResponderBorrarno aparece la respuesta acerca de la veracidad de existencia del arbol de cañafistula se confirmo o no ?
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