Por
Luis Heraclio
Medina Canelón
La imagen de un
gringo de sombrero de fieltro, revólver
al cinto y un chaquetón arrugado protagonizando exploraciones y aventuras en
tierras exóticas recuerda a todo el mundo a Harrison Ford en su personaje
ficticio de “INDIANA JONES”, pero pocos saben que Indiana Jones fue inspirado
en un personaje de la vida real, el explorador norteamericano Hiram Bingham, el
descubridor de las famosas ruinas perdidas de Machu Pichu y también catedrático
de las universidades de Yale,
Princeton y Harvard, profesor de
historia de Latinoamérica fotógrafo, militar, aviador, héroe de guerra, político, senador, escritor, y admirador de
Bolívar y Páez, entre otras cosas.. Pero todavía son menos los que sabe Bingham, el
Indiana Jones de la vida real inició su extraordinaria carrera de exploraciones
y descubrimientos nada menos que en la llanura de Carabobo, en nuestra
Venezuela, para finalizar en la exploración de Machu Pichu que lo hizo famoso
mundialmente.
EL INICIO DE LAS
AVENTURAS DE HIRAM BINGHAM
En su carácter de historiador de la América del Latina, Bingham se sintió cautivado
por las proezas militares de Simón Bolívar, cuyas campañas estuvo estudiando
por ocho años en las universidades norteamericanas, pero sostenía que no se
habían encontrado ni mapas de los lugares de las batallas ni recuentos
fidedignos de estas acciones. Su interés lo llevó a organizar un primer viaje a
Suramérica, a Venezuela y Colombia en el
año de 1.906 para poder conocer in situ los lugares donde se habían
desarrollado las marchas y batallas de Bolívar.
Llega a escribir:
“He llegado a la conclusión de que si yo deseo
comprender este período de la historia de Suramérica es necesario para mi tomar
una expedición que debe tener por objeto un estudio, no solamente el país donde
Bolívar peleó y vivió y visitar las escenas de las batallas de Carabobo y
Boyacá, sino también hacer una exploración de la ruta de estas campañas”
De esta primera expedición ha
dejado un maravilloso testimonio escrito, denominado “Diario de una Expedición a
través de Venezuela y Colombia 1.906- 1.907 – Una exploración de la ruta de
Bolívar realizada en Marzo de 1.819 y los Campos de Batalla de Boyacá y
Carabobo” (The Journal of an Expedition
Across Venezuela and Colombia 1906-1907 AN XPLORATION OF THE ROUTE OF BOLIVAR'S CELEBRATED
MARCH OF 1819 AND OF THE BATTLE-FIELDS OF BOYACA AND CARABOBO) en el cual en un lenguaje sumamente ameno nos
lleva casi de la mano a recorrer la Venezuela de hace más de cien años, muy parecida
a la que vio la guerra de independencia, completamente atrasada, sin casi vías
de comunicación y con grandes extensiones de terreno casi vírgenes. Con un
estilo a veces periodístico, a veces científico describe cuidadosamente lugares,
personas, animales, costumbres y paisajes, haciendo apreciaciones de historia,
geografía, etnología, naturalismo, etc. Compara
lo que ve con lo que ha conocido en otros lugares, critica lo que no le gusta y
elogia lo que considera valioso. También
nos deja un importante registro fotográfico, con un enorme número de fotos en
el libro, algo inusual para la época. Más de cien fotos ilustran la obra.
LA EXPEDICIÓN
Bingam llega a La Guaira en tiempos de
Cipriano Castro, un 4 de diciembre de 1.906, algo enfermo con un dengue
contraído en Puerto Rico, su escala luego de salir de NY. Empieza describiendo
el bonito trayecto en tren desde el puerto hasta la capital. Pasa un mes en Caracas, donde se incorpora a
la expedición el Dr. Hamilton Rice, otro explorador y aventurero perteneciente a la Royal Geografic
Society. Durante su estadía en la
capital contacta a diplomáticos extranjeros y a políticos y científicos e
historiadores venezolanos. Ninguno de
los extranjeros ha llegado más allá de Valencia, y le sugieren desistir de la
aventura, ya que Venezuela adentro es un territorio primitivo, inundado en
invierno y sin vías de comunicación. Las personalidades venezolanas le informan
que debido al reciente invierno que ha sido muy fuerte debe haber todavía lugares
inaccesibles Inquiere a los
historiadores criollos sobre sus exploraciones en los campos de batalla y queda
estupefacto al recibir la respuesta:
“No nos ha hecho falta conocer los terrenos de
los eventos porque hemos leído todos los libros sobre el tema.”
En Caracas, lo primero que le impresiona es que debido a una
disputa del gobierno con la compañía del cable, es imposible enviar o recibir
mensajes de cable desde Venezuela al exterior, las noticias del mundo llegan
con hasta una semana de atraso provenientes
de las Antillas holandesas.
Se entera de que ese año las el invierno ha sido muy
fuerte en los llanos y es casi imposible viajar, a menos que sea por vía
fluvial. Sus planes originales de
conocer Achaguas se frustran por las inundaciones y decide ir al Apure, luego
de pasar por Valencia y Campo de Carabobo.
Cuenta cómo ve Caracas, dice que rara vez hay algún
desorden, que hay muchos policías bien uniformados de azul y armados de
carabinas, que le recuerdan a los gendarmes de Paris. Ve soldados de caqui barato confinados en
muchos cuarteles. Se queja de la gran
cantidad de vendedores de loterías y mendigos y enfermos en las calles
caraqueñas, en las que nota una mezcla de estilos francés y español. Comenta
sobre las pequeñas pulperías, sastrerías, barberías y boticas. Su gran número
le hace recordar las ciudades de el Sur de Europa. Señala que el bolívar vale
unos veinte centavos de $. Los carruajes
también se le parecen a los franceses y nos cuenta de las tarifas de los
carros de alquiler. Observa que todos
andan despacio en las calles, a excepción de los chóferes de alquiler. Es común que los caballeros anden de
bastón. Observa mucho vagos en la Plaza, dice que no hay casi
indios, muchos mestizos, algunos rasgos franceses y alemanes, ve pocos rasgos
completamente españoles y ningún anglosajón.
Todas las casas le parecen iguales (las viejas casas
coloniales) , se queja de lo estrecho de calles y aceras y de lo atravesado de
los postes de teléfono que no permiten caminar. Dice que el Sur de Caracas es
atravesado por un “atractivo río” y que
hay un bonito nuevo suburbio con
modernas calles y puentes llamado “El Paraíso” donde Castro y sus amigos han construido
maravillosas mansiones. Allí no recuerda
haber visto más bellos colores: el azul intenso del cielo, el ligero azul de
las distantes montañas con sus verdes sombras y jardines, los techos rojos y
las calles negras hacen una hermosa combinación.
Hace un recorrido por los tradicionales lugares de
interés de la capital: capitolio, universidad, las Academias, y se queja
amargamente del pobre estado del museo de Ciencias Naturales: “Uno siente que
el museo no es muy querido por las autoridades”, en cambio, queda maravillado
por la Biblioteca
Nacional.
En
una reunión con diplomáticos extranjero sólo escucha sobre la enfermedad de Castro, Algunos dicen
que su vida está en peligro.
Visita el hospital Vargas y observa modernos métodos
aunque se sorprende de que los médicos
no usen guantes de goma, encuentra un buen laboratorio de bacteriología muy
bien dotado y atendido por un joven médico.
Asiste a los toros, al juego de lotería, que en su
criterio atenta contra el trabajo, a un concierto decepcionante y al Club Concordia y La India, los mejores de
Caracas. Las mujeres de Caracas le parecen muy apagadas, dice que no salen de
sus casas y que se limitan a hablar con sus vecinos desde sus ventanas.
Encuentra una excelente colección de historia natural
en manos de los hermanos capuchinos, mucho mejor conservada y organizada que la
del Museo.
Disfrutó
de las celebraciones de navidad y año nuevo, dejando pormenorizada relación de
nuestras costumbres y usos.
VALENCIA
Antes partir, sus amigos le hacen ver su temor por lo
incierto de su viaje, le dicen que temen que no logre llegar y estar temerosos
de su destino. Ninguno de los
extranjeros con quienes ha tratado jamás han llegado llano adentro. Relata sobre su equipo; teodolitos,
prismáticos, compases, sextante, cocina de campaña, linternas, sillas de
montar, mecates, hamacas, tiendas de campaña, mantas, raciones de emergencia
como café, chocolate, azúcar, sal, equipos quirúrgicos, un winchester y un
máuser, dos escopetas, tres revólveres y abundante munición, unos pocos mapas y
la ropa necesaria etc.
Sale el tren alemán de Caracas el 3 de enero a las 8am,
se queja de que le obligan a pagar exageradamente un sobrepeso que no es
tal. Protesta por lo que considera un
ultraje: 65 dólares de Caracas a Valencia.
Describe el viaje por cañaverales y un bello valle densamente cubierto
por un follaje tropical alternado con diversas plantaciones y montañas de lado
y lado. Cuenta hasta noventa túneles,
ninguno muy largo. Luego, el Lago de Valencia con un solitario vapor, una
parada abrupta del tren por un sujeto dormido en el medio de los rieles y por
fin llegan a Valencia.
Valencia se le parece a Caracas, la misma clase de
carruajes, algo más viejos y descuidados, las calles menos limpias, y las casas más pobres. Le gustan la Catedral y la Plaza. Conoce al
padre Voghera, quien le ha acompañado en el tren, es el director de Colegio Salesiano, donde estudian 90
muchachos y trece internos, el instituto cuenta con teatro e imprenta. Presenta
su carta de recomendación al Presidente del Estado, pero este parece sentirse
algo incómodo y lo remite al gobernador de distrito.
Para el 8 de enero compra las 5 mulas necesarias luego de galopar con ellas
en el centro de la ciudad para verificar su condición. Dice que la gente es
amable. Conoce a Don Carlos Stelling, cuyo abuelo materno luchó en Carabobo. En
Caracas y Valencia aceptan billetes de banco, pero para llano adentro tiene que
llevar plata u oro, le han advertido.
Las monedas de oro (onzas) son españolas del s. XVIII y mexicanas,
peruanas y colombianas. Las de plata
son venezolanas.
En Valencia se hospeda en un hotel de un italiano que
había viajado por Magadascar, Australia, China y California, que tiene
habitaciones descuidadas, pero comida excelente. No dice el nombre ni del italiano ni de su
hotel. Compran una carreta fuerte y
contratan a un cochero, Rafael Rivas,
recomendado por Stelling, quien ha viajado hasta Barinas y está dispuesto a
viajar hasta el Arauca. Mientras termina de apertrecharse explora la ciudad y
se monta en el campanario de la
Catedral, desde donde logra varias de las primeras fotografías
desde una altura de la ciudad.
El 10 de enero están listos a las seis de la mañana
para partir, pero el cochero no aparece hasta las once porque había ido a
despedirse de toda su familia. A lo largo de todo el libro se queja de la
impuntualidad de los venezolanos, que nunca salen temprano. Luego de horas de camino, hacen parada en una
agradable posada a las afueras de Tocuyito. Se instalan finalmente en su primer
objetivo; lo que suponen es el sitio de la batalla de Carabobo, señalado por un
hito colocado por el gobierno de Castro,
encuentran a un tuerto vagabundo, “el bohemio Bernardo” Recorren colinas
y valles, Bernardo los lleva hasta la colina de Bellavista (Buenavista) Bingham tiene especial interés en encontrar la pica
por donde la Legión
Británica pudo alcanzar el valle para dar batalla a los
realistas.
En
Carabobo permanece varios días explorando y alternando con caballeros cazadores
que vienen desde Valencia a cazar venados.
En sus exploraciones por el Campo inmortal conoce simpáticos ancianos,
casi centenarios que tratan de engañarlo alegando que vivieron los tiempos de
la batalla.
Allí conoce a Don Alfredo Pietri, quien lo lleva a
los lugares por donde posiblemente incursionó la Legión Británica para llegar a
enfrentar a las tropas españolas y en el recorrido encuentran antiguas armas de
la guerra.
Comenta con ironía que un historiador venezolano le
ha comentado que considera una pérdida de tiempo el recorrer el campo de
batalla y que él ha escrito mucho sobre la misma, pero que jamás ha ido a
Carabobo.
LLANO
ADENTRO
El
21 abandona el Campo de Carabobo, siguiendo la ruta del río Chirgua, llegan a
Tinaquillo, Guamita, río Tamanaco, Macapo.
Describe el clima, las gentes, la topografía, las aves, peces, ríos y
cascadas con una sencillez y claridad que parece que estuviéramos acompañándolo
en la expedición.
Encuentra a Tinaco, la encrucijada a los llanos
centrales y occidentales, bien dotado con un hotel, varias tiendas y
posadas. Se sorprende del número de
iguanas y dice que es el animal más rápido que haya visto.
Se duele del estado de Sn Carlos, antes una
floreciente ciudad, ahora arruinada por terremotos, guerras y plagas. Dice que en toda América no hay ruinas tan
pintorescas; se maravilla de los frescos y relieves que encuentra en las paredes
de algunas lujosas casas arruinadas, así como sus pisos de mosaicos, que le
recuerdan a Roma y Pompeya.
Observa
las prácticas de los llaneros y se impresiona con las quemas provocadas y con
los caminos de bachacos (hormigas).
A fines de mes abandonan Guanare por el río, que los
maravilla con sus enormes manadas de garzas, y continúan la ruta hacia Barinas
siguiendo el cableado del telégrafo. Describe nuevas especies de aves, peces,
reptiles y monos
Luego, las ruinas de Tucupido, el camino a Barinas
por Bocono era infranqueable para el carro, y que deben Ir por Sabaneta, cruzar
el río Bocono diez millas más abajo, la selva alrededor del río y para llegar
hasta Sabaneta donde pernoctan en la posada, el punto intermedio entre Guanare
y Barinas.Una ruda ruta por la selva, muy difícil para la carreta, Hace cuidadosas observaciones sobre los
hormigueros y los caminos de hormigas, que junto con moscas, abejas y toda
clase de insectos les hacían la vida imposible.
Luego Barrancas. Barinas. Conoce
la historia del marqués que apoyó a los
realistas y su famoso palacio “La
Marqueseña”
Estima que la población de esos lugares, que han
perdido su riqueza y grandeza debió ser diez veces más de lo que es ahora. Nota patios para bolas criollas en casi cada
pulpería.
Observa la elemental producción de la zona:
cerdos, plátanos, café, papelón y cueros. El 4 de febrero con un guía
contratado, sale de Barinas donde finalizaba la línea de telégrafo, rumbo a
Guasdualito, sorteando dificultades por lo inhóspito de el paisaje lleno
de pantanos, ríos infranqueables y
selvas impenetrables. Río Paguei. Pueblos de nombres casi olvidados como
Totomal o San Silvestre, Suripa, La
Calzada, Grateral, La Tigra. Se entusiasma al recorrer los lugares por
donde Páez bregó las batallas de la independencia. Habla de un lugar conocido como “El Templo de
la Independencia”
donde supuestamente Páez organizó a los bravos de Apure y vivió por 3
años. Describe las jornadas de los
llaneros cruzando los ríos infestados de caimanes con centenares de cabezas de
ganado.
Siguen la ruta hacia el Arauca por caminos de ganado,
no hay ningún tipo de carreteras, cazan iguanas y armadillos, lapas, venados, observan
espejismos en la llanura infinita, critica la pereza del llanero: comen mal,
tienen maíz pero no lo muelen para hacer arepas y prefieren darlo a los
animales. Muchas vacas lecheras, pero
poco ordeño. Llegan a Las Queseras del
Medio, el Amparo, un Guasdualito completamente arruinado, en algunas partes la
gente sale corriendo despavorida al verlos armados, pensando que se trata de
una revolución o de bandoleros. El 10 de Febrero llegaron a la población de
Arauca, en Colombia, para proseguir la ruta de el Libertador hasta Pantano de
Vargas y Boyacá, pero sus expedición por los llanos de Colombia será otra
historia. Luego vendrán otras
expediciones por Suramérica hasta finalizar con su sensacional redescubrimiento
y divulgación de las ruinas peruanas de
Machupichu.
Es una verdadera lástima que en más de cien años
ninguna autoridad o instituto venezolano haya traducido o publicado en nuestro
país este importante estudio, que consideramos fundamental para la comprensión
de la historia, geografía, sociología y hasta antropología venezolana del siglo
XIX.